Tiró
todo por la ventana. Quiso tomar las riendas de su vida &empezar una nueva
página sin adornos. Renacer, como renacen las flores cada primavera, como hace
el sol cada amanecer. Salió corriendo, escapó de esa habitación gris &muerto.
Corrió hasta quemar las suelas de los zapatos, corrió hasta aquel café donde iba
antes cuando se sentía sola &triste. Allí escribía &escribía sobre los
días grises, la muerte, la soledad... hasta que el cansancio se convertía en
poesía. Después volvía a casa, en el camion de las siete &diez, el de las
almas errantes, los rostros desconocidos &cada una de las historias que
narran en silencio. Ahora había vuelto allí, al mismo café de siempre, un buen
lugar donde escribir en esa noche solitaria, sentada en medio de la nada,
viendo la vida pasar.
En esta ciudad ya no hay tiempo para pararse a respirar ni para buscar algo que tenga sentido.
Vuelve
a casa, aún más tarde de lo que lo hacía antes. Vuelve &ve amanecer, &piensa
que si algo tan grande como el sol puede salir cada mañana, ella también tiene
que encontrar la fuerza suficiente para renacer &salir de la cama. El sol era
una metáfora de esperanza &ella se dio cuenta: pasara lo que pasara todos
los días saldría el sol &el mundo seguiría girando aunque el suyo propio estuviera echo pedazos.
La
vida no espera, la ciudad sigue latiendo y hoy toca empezar de cero.
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